Poeta e ensaísta mexicano (n. Cidade do México, 30.6.1939) que se destacou também como tradutor (Beckett ou T. S. Eliot, por exemplo), professor (no México, mas também nos EUA, no Canadá e no Reino Unido), director de colecções e editor, tendo dirigido a «Biblioteca del Estudiante Universitario» e várias revistas e suplementos literários. O Prémio Cervantes foi-lhe atribuído por ser «um poeta excepcional da vida quotidiana com profundidade e capacidade de recrear um mundo próprio». José Emílio Pacheco tem sido distinguido, ao longo da sua vida, com os mais prestigiados prémios: Prémio Nacional de Poesia, Prémio Nacional de Periodismo Literário, Prémio Xavier Villaurrutia, Prémio Magda Donato, Prémio José Asunción Silva em 1996, Prémio Octavio Paz em 2003, Prémio Federico García Lorca em 2005, Prémio Ibero-americano de Poesía Pablo Neruda em 2004 e o Prémio Rainha Sofia de Poesia Ibero-americana em 2009. Em 2006 entrou para a Academia Mexicana.
Da sua obra destacam-se: El castillo en la aguja (1962), Los elementos de la noche (1963), El reposo del fuego (1966), Morirás lejos (romance, 1967), No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969), Irás y no volverás (1973), Islas a la deriva (1976), Ayer es nunca jamás (1978), Desde entonces (1980), Batallas en el desierto (romance, 1981), Trabajos en el mar (1983), Fin de siglo y otros poemas (1984), Album de zoología (1985), Alta traición (antologia, 1985), Miro la tierra (1986), Ciudad de la memoria (1989), El silencio de la luna (1994), La arena errante (1999), Tarde o temprano (poemas 1958-2000), Epitafio de fuego (2006), Contraelegía (antologia, 2007), La edad de las tinieblas (poemas em prosa, 2009). Os seus livros de contos incluem os títulos: El viento distante y otros relatos, El principio del placer, El pozo y el pêndulo e La sangre de medusa.
América Latina, panorâmica das tendências
por
Clóvis Brigagão
Universidade Candido Mendes
«A percepção dos latinos está dividida: metade quer a competitividade económica, a abertura do mercado e a outra metade exige justiça e igualdade social com a intervenção do Estado. As duas podem caminhar juntas a partir das conquistas democráticas obtidas, quando as elites políticas assumem a responsabilidade de reformar o sistema económico desigual.»
Llegas, silenciosa, secreta,
y despiertas los furores, los goces,
y esta angustia
que enciende lo que toca
y engendra en cada cosa
una avidez sombria.
El mundo cede y se desploma
como metal al fuego.
Entre mis ruinas me levanto,
solo, desnudo, despojado,
sobre la roca inmensa del silencio
como un solitario combatiente
contra invisibles huestes.
Verdad abrasadora,
¿a qué me empujas?
No quiero tu verdad,
tu inmensa pergunta.
¿A qué esta lucha estéril?
No es el hombre criatura capaz de contenerte,
avidez que solo en la sed se sacia,
llama que todos los labios consume,
espíritu que no vive en ninguna forma
mas hace arder todas las formas.
Subes desde el más hondo de mí,
desde el centro innombrable de mi ser,
ejército, marea.
Creces, tu sed me ahoga,
expulsando, tiránica,
aquello que no cede
a tu espada frenética.
Ya sólo tu me habitas,
tú, sin nombre, furiosa substancia,
avidez subterránea, delirante.
Golpean mi pecho tus fantasmas,
despiertas a mi tacto,
hielas mi frente,
abres mis ojos.
Percibo el mundo y te toco,
substancia intocable,
unidad de mi alma y de mi cuerpo,
y contemplo el combate que combato
y mis bodas de tierra.
Nublan mis ojos imágenes opuestas,
y las mismas imágenes
otras, más profundas, las niegan,
ardiente balbuceo,
aguas que se anega un agua más oculta y densa.
En su húmeda tiniebla vida y muerte,
quietud y movimiento, son lo mismo.
Insiste, vencedora,
porque tan sólo existo porque existes,
y mi boca y mi lengua se formaron
para decir tan sólo tu existencia
y tus secretas sílabas, palabra
impalpable y despótica,
substancia de mi alma.
Eres tan sólo un sueño,
pero en ti sueña el mundo
y su mudez habla con tus palabras.
Rozo, al tocar tu pecho
la eléctrica frontera de la vida,
la tiniebla de sangre
donde pacta la boca cruel y enamorada,
ávida aún de destruir lo que ama
y revivir lo que destruye,
con el mundo, impasible
y siempre idéntico a sí mismo,
porque no se detiene en ninguna forma
ni se demora sobre lo que engendra.
Llévame, solitaria,
llévame entre los sueños,
llévame, madre mía,
despiértame del todo,
hazme soñar tu sueño,
unta mis ojos con aceite,
para que al conocerte me conozca.
[Calamidades y Milagros, 1937-1947]