Compositor e chefe de orquestra americano de ascendência russa (Brooklyn, Nova Iorque, 24.1.1919 – Manhattan, Nova Iorque, 17.9.2009) que estudou sob a direcção de Schönberg, Roger Sessions e Ernest Bloch. Identificado com a estética da 2.ª escola de Viena, soube sempre permanecer fiel a um estilo muito pessoal, nunca tendo adoptado integralmente a ortodoxia da música dodecafónica. Recebeu o prémio Naumburg pelo seu Concerto para piano n.º 1 e foi distinguido com o prémio Pulitzer da Música (1967) com o seu Quarteto n.º 3, com banda magnética. Foi compositor residente no Festival de Música de Câmara de Santa Fé e no Centro Musical de Tanglewood, tendo por diversas vezes sido responsável pela direcção de orquestras em festivais, como o de Aldeburgh. Foi professor de Música em Harvard entre 1961 e 1989. Um dos seus mais notáveis discípulos foi o violoncelista Yo-Yo Ma.
Algumas obras: Sonata para piano (1948), Quarteto de cordas n.º 1 (1949), Sinfonia (1951), Sonata concertante para violino e piano (1952), Concerto para piano n.º 1 (1953), Tocatta, para orquestra de câmara (1955), Quarteto de cordas n.º 2 (1958), Concerto para violino, violoncelo, 10 sopros e percussão (1960), Concerto para piano n.º 2 (1963), Words from Wordsworth, para coro misto a capella (1966), Quarteto de cordas n.º 3 (1966), Música para orquestra (1969), Lily, ópera em 3 actos (1977, libreto baseado em Saul Bellow), Música para Flauta e Orquestra (1978), The Twilight Stood, para soprano e piano (1982), Para Violino Solo (1986), Para Viloncelo Solo (1986), Cinco peças para piano (1987), Tríptico, para violino e violoncelo (1988), Para Violino Solo II (1988), Música para Orquestra II (1990), Música para violoncelo e orquestra (1992), Para a mão esquerda (1995), Of Things Exactly As They Are, para soprano, barítono, coro e orquestra (1997).
Director de orquestra americano (Nova Iorque, 21.3.1935 – Swan’s Island, Maine, 2.9.2009) que esteve à frente da Cincinnati Pops Orchestra desde que foi criada pela direcção da Cincinnati Symphony, em 1977, com o propósito de expandir as audiências na música sinfónica. Kunzel estudou em Harvard e depois na Brown University, tendo sido assistente de Pierre Monteux. O estilo de Kunzel adaptou-se plenamente a esta missão, escolhendo um reportório que ia de Beethoven a Copland, passando pelos Beatles, Billy Joel ou bandas sonoras de filmes da Disney e de James Bond. Erich Kunzel foi convidado a dirigir muitas orquestras, entre as quais a Sinfónica de Boston e os Boston Pops, a Sinfónica de Chicago, de Filadélfia, de São Francisco e de Londres. Desde 1991, dirigiu, no Capitólio, a National Symphony nos concertos do Memorial Day e do Dia da Independência. Recebeu a Medalha Nacional das Artes em 2006. Em 2009 dirigiu os Cincinnati Pops em Pequim, durante as cerimónias de abertura do Jogos Olímpicos.
Músico, compositor, director de orquestra e teórico do jazz (Cincinnati, 23.6.1923 – Boston, 27.7.2009). Começou a tocar bateria muito jovem, mas quando finalmente conseguiu entrar numa grande orquestra, a de Benny Carter, foi substituído por Max Roach. Ouvindo Roach, Russell pensou seriamente em desistir da bateria. Em Nova Iorque voltou a entrar em contacto com Roach e outros, como Miles Davi e Gerry Mulligan, compondo a primeira peça musical de fusão do jazz com ritmos afro-cubanos, «Cubano Be/ Cubano Bop», estreada em 1947 no Carnegie Hall, a que se seguiu «Bird in Igor’s Yard», que juntava elementos da música de Charlie Parker com os de Igor Stravinski. A publicação, em 1953, do resultado das suas reflexões e pesquisas, Lydian Chromatic Concept of Tonal Organization, constitui a primeira exploração da relação vertical entre acordes e escalas. Ao longo dos anos 50 e 60, Russell compôs para músicos como Bill Evans (The Jazz Workshop), Art Farmer, Max Roach, Coltrane, tendo depois formado o seu próprio sexteto, com o qual percorreu os EUA e a Europa e gravou, por exemplo, Ezz-Thetic. Em meados da década de 60, fixou-se na Escandinávia, regressando aos EUA em 1969 para ensinar no Conservatório de Nova Inglaterra. Em 1985 o seu álbum The African Game recebeu duas nomeações para os Grammy. Em 1986 foi convidado para integrar a digressão mundial de The Living Time Orchestra, formada por músicos americanos e britânicos. George Russell foi bolseiro da Fundação MacArthur, da National Endowment for the Arts, da Fundação Guggenheim, foi eleito American Jazz Master e sócio correspondente da Academia Real Sueca, tendo recebido numerosos prémios musicais.
Discografia aqui.
Es Plácido Domingo el mejor tenor del siglo XX (y XXI)? El interés de está pregunta radica precisamente en que 'puede' plantearse. Habrá especialistas y melómanos que la respondan negativamente, pero son muy pocos los cantantes de la historia, poquísimos, los que tendrían derecho a ocupar la plaza del 'sujeto' entre las interrogaciones de la frase.
La prueba está en la encuesta que ha realizado la BBC a propósito de un debate clasificatorio parecido. Plácido Domingo aparecía en cabeza de la lista tenoril. Superando el mito de Caruso y destronando a Luciano Pavarotti, rival encarnizado de Plácido antes de que Carreras oficiara la ceremonia de la reconciliación en el espectáculo de Caracalla. Quizá sea estéril plantearse la cuestión de la hegemonía. La militancia y el apasionamiento de la ópera radicalizan el impulso arbitrario de las candidaturas. Hay 'tifosi' que consideran incuestionable el número 1 de Gigli, o de Corelli. Como existen aficionados para quienes el refinamiento de Kraus o la técnica de Björling no admiten otros ejemplos discutibles.
¿Es Domingo el mejor tenor de la historia? La pregunta, otra vez, requiere un ejercicio de perspectiva. Plácido está tan presente en nuestros días que no es fácil extrapolar su 'expediente' a un espacio de análisis más o menos objetivo, aunque el factor de la contemporaneidad no impide reconocer la envergadura de sus proezas ni la ya dimensión histórica de su carrera. Empezando por las evidencias estadísticas. Ningún tenor de la historia ha sido tan versátil ni camaleónico sobre el escenario. Domingo ha protagonizado 110 papeles distintos. No con el ansia de un 'recordman', sino con la hondura y la curiosidad de un artista comprometido.
El ejemplo más elocuente es el del repertorio wagneriano. Estaba claro que la voz oscura, granítica y penetrante de Plácido respondía al ideal del heldentenor (tenor heroico). También era evidente que la 'intromisión' de Domingo en la secta de Wagner iba a provocar la iracundia de la militancia, pero el cantante madrileño tuvo el valor y el mérito de oficiar los papeles Lohengrin, Parsifal y Siegmund en la colina sagrada de Bayreuth. Le aclamaron como al más iluminado de los sacerdotes. Por eso nos equivocábamos quienes hemos reprochado a Domingo sus veleidades con la tuna, los mariachis o Paloma San Basilio. No porque nos guste semejante mestizaje ni porque bailemos el cha-cha-cha, sino porque las extravagancias comerciales de Plácido nunca han descuidado ni perjudicado su naturaleza de tenor absoluto.
Absoluto por la personalidad escénica. Absoluto por la ubicuidad. Absoluto por la dimensión artística. Absoluto porque los años pasan sin que puedan mencionarse motivos de peso a favor de una retirada. La edad de Plácido es un enigma. Un enigma insignificante comparado al enigma de su voz. Sus detractores le llaman 'Placimingo' porque dicen que ha perdido el 'do' de pecho, aunque semejantes reproches son una anécdota cuando la voz del maestro se ofrece generosa, intensa, 'squillante' desprovista de 'vibrato', de arrugas, para entendernos. Ha vuelto ha demostrarlo con ocasión de 'Tamerlano' en el Teatro Real. Domingo se presentaba en Madrid como un aprendiz en el repertorio barroco de Handel y va a terminar las funciones como un maestro.
Es la prueba de una inquietud y de un instinto que también explican el desafío de probarse como barítono verdiano. Y sin esconderse. Pláci(do) ha elegido el Covent Garden de Londres para debutar en el papel de Simon Boccanegra. Un viejo sueño que se verifica en 2009 y que abre un horizonte cuyos límites sólo dependen de la suerte del ritual con que el maestro amanece. ¿Hasta cuándo, Plácido?, le preguntábamos en Valencia. «Cada mañana es un desafío», respondía. «¿Todavía?», me pregunto antes de hacer vibrar las cuerdas vocales. Y cuando canto me gusta encontrarme con la respuesta: «Sí, todavía. Todavía puedo seguir cantando».
¿Es Plácido Domingo el mayor tenor de la historia? La cuestión también pude responderse en términos de popularidad, de poder, de influencia, de caché, de generosidad, de compromiso. Plácido ha logrado 'entrar' como personaje en los dibujos animados de los Simpson. Le han proclamado doctor honoris causa en Oxford. Colecciona los premios Grammy (lleva siete) y tiene una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood.
Puede que unas y otras razones no convenzan a los melómanos de salón. En tal caso, Domingo podría recordarles, función a función, disco a disco, sus contribuciones memorables como tenor raso: de Mario Cavaradossi a Werther; de Otello a Idomeneo; de Don José a Cyrano; de Canio a Tristán. Inútil ponerle límites a quien límites no conoce. Aunque un servidor, que es del Atleti, nunca le haya perdonado ni le vaya a perdonar cantar como Puccini la versión contemporánea del himno del Real Madrid.
* Com a devida vénia ao jornal El Mundo, onde este texto pode ser lido em conjunto com imagens e vídeos.
5 de Abril de 1908 – 16 de Julho de 1989
Leia o ensaio do musicólogo José Luís da Maia sobre Karajan na Annualia 2007-2008, intitulado «Herbert von Karajan: as teias do mito».
«À menção do nome de Herbert von Karajan, não existe músico, musicólogo, crítico ou simplesmente melómano que fique indiferente. É patente em quase toda a bibliografia disponível uma perspectiva maniqueísta, porquanto o 'Wunder Karajan' [milagre Karajan] suscita amor e repulsa, paixão e ódio, mas nunca indiferença»
*
*
Excertos do ensaio da 4.ª Sinfonia de Schumann com a Orquestra Sinfónica de Viena (1959)
I
V